¿DERECHO A LA VIDA?

El planeta tierra es una casa donde no solo habitamos los seres humanos, también convivimos con otros seres vivos y con seres inertes; y cada uno de ellos desde su especificidad cumple una función imprescindible para que en este planeta pueda darse la vida. Pero, ¿Acaso los animales y las plantas no son seres vivos? ¿Ellos no tiene derecho a la vida?, Desde este punto de vista ¿Podría decirse entonces que la vida es un derecho?

Si nos remontamos a la teoría de Darwin se podría decir que el derecho a la vida no existe, existe la competencia por la supervivencia (Darwin, 1859).

Es un hecho natural que el hombre procure convertir la tierra en un mejor lugar para la existencia de su propia especie y que se tenga que proveer de otros seres de la naturaleza para subsistir.

Como todas las criaturas que aún sobreviven en el planeta tierra, los seres humanos nos adaptamos de forma natural a las condiciones ambientales que impone el entorno. Así como nos adaptamos a la cultura del lugar donde nacemos.

El inconveniente surge cuando el hombre deteriora la capacidad que tiene el propio ecosistema para mantener su estabilidad (homeóstasis). Esto se está viendo reflejado de forma acelerada e incontrolada en situaciones como la contaminación y el agotamiento de recursos. El panorama se torna más apocalíptico si vemos que los modelos de desarrollo actuales no contribuyen a que a largo plazo las condiciones ambientales sean las adecuadas para que las próximas generaciones de humanos puedan sobrevivir.

No se puede justificar la competencia por la subsistencia si el hombre destruye el equilibrio de la naturaleza, lo cual produce efectos que recaen negativamente sobre su misma especie (Frase adaptada de Carta de respuesta del Jefe Seatle, 1854).

Es una realidad que estamos incrementando la entropía del ambiente a una rapidez mayor que cualquier otra sociedad en la historia de la humanidad. El reto la Sostenibilidad nos insta a generar nuevos paradigmas (valores, conocimientos, políticas, modelos económicos, etc.) a nivel individual y global que nos permitan por lo menos reducir o minimizar la producción del desorden entrópico.